Introducción
La COP28 congregó a expertos, líderes y diversas personalidades de todo el mundo para debatir la hoja de ruta que debemos seguir para mitigar el impacto de la actividad humana sobre el medio ambiente.
Las negociaciones, aunque fueron fructíferas en algunos aspectos, pusieron de manifiesto las grandes diferencias que existen entre los contextos de cada país. No obstante, la gran mayoría de los participantes estuvieron de acuerdo en que es urgente compensar nuestra huella de carbono si queremos alcanzar el objetivo de 1,5 grados centígrados, lo que implica la descarbonización de la economía. Lo que está claro, es que el acuerdo global alcanzado en la COP 28, parece el principio del fin de los combustibles fósiles. Se cita textualmente: “Iniciar una transición para dejar atrás los combustibles fósiles de manera ordenada y equitativa, acelerando la acción en esta década crítica, con el fin de alcanzar el objetivo de cero emisiones netas en 2050, de acuerdo a la ciencia”. ¿Estaremos a tiempo?
Huella de carbono: significado
“Huella de carbono” se refiere al volumen total de GEI (gases de efecto invernadero) que todas las industrias, empresas, individuos, etc., emiten como consecuencia de su actividad diaria, tanto directa como indirectamente.
Si una organización quiere medir su huella de carbono, tiene que tener en cuenta todos los GEI, entre los que podríamos destacar los hidrofluorocarbonos, el óxido de nitrógeno, los perfluorocarbonos y, sobre todo, el metano y el CO2.
Sin embargo, el resultado de este cálculo no depende sólo del tipo de gas producido, por lo que existe una serie de directrices comunes para los países europeos sobre cómo medir la huella de carbono de una empresa. Estas se explican a continuación.
¿Cómo calcular la huella de carbono?
A raíz de los esfuerzos realizados por la comunidad internacional para reducir los daños causados al medio ambiente a causa de la actividad humana, las empresas están cada vez más interesadas en poder calcular su contribución a esta degradación.
La norma UNE EN 14067, modificada posteriormente por UNE-EN ISO 14064-1:2019, establece directrices para el cálculo de la huella de carbono de una empresa. Entre los factores más importantes está la clasificación de las huellas de carbono en: huella de carbono del producto, huella de carbono corporativa y huella de carbono del evento.
- La huella de carbono de un producto es similar al concepto de “cálculo del coste del ciclo de vida”, ya que también tiene en cuenta todos los aspectos relacionados con un producto concreto, lo que incluye, en el caso de la medición de la huella de carbono, las emisiones producidas durante la extracción de materiales, la fase de producción, el uso del producto y durante su transformación en residuo.
- Se entiende por huella de carbono de un evento el compendio de todas las emisiones derivadas de la organización y celebración de conciertos, exposiciones, etc.
- La huella de carbono corporativa estima todas las emisiones de GEI asociadas a la actividad de una empresa.
¿Cómo se puede reducir la huella de carbono de una empresa?
Gracias a los conceptos que hemos explicado, una organización es capaz de evaluar adecuadamente su impacto en el medio ambiente; no obstante, una vez realizado este cálculo, es necesario que se plantee cómo reducir su huella de carbono.
Es posible disminuir la huella de carbono utilizando métodos como:
- Aumentar la eficiencia energética
- Promover el uso de energías renovables
- Concienciar al equipo de trabajo sobre la importancia de la eficiencia energética
- Invertir en proyectos respetuosos con el medio ambiente y/o contratar a proveedores que se hayan comprometido a preservar la biosfera
- Comprar CO2 en el mercado de carbono
Sin embargo, a largo plazo, esta serie de propuestas no será suficiente. Para no poner en peligro su viabilidad, las industrias se verán obligadas a cooperar con todas las organizaciones públicas y privadas que ya se han comprometido con la descarbonización de la economía.
Economía descarbonizada: definición
La descarbonización es la reducción de las emisiones contaminantes de carbono (como el CO2) derivadas de todas las actividades humanas mediante la transformación de nuestro modelo económico en uno sostenible, eficiente y verde. A pesar de requerir una fuerte inversión inicial, este proceso ya ha aportado importantes beneficios económicos y sociales. De hecho, el Gobierno español estima que, gracias a la colaboración entre instituciones privadas y públicas, se crearán 500 mil empleos relacionados con la descarbonización.
En este sentido, Europa es la región que más ha avanzado en la transformación de su economía. Su estrategia ha sido crear legislación (como el Pacto Verde Europeo) y establecer objetivos comunes a toda la UE. Un buen ejemplo de ello es el Reglamento (UE) 2021/1119 del Parlamento Europeo y del Consejo de 30 de junio de 2021 por el que se establece el marco para lograr la neutralidad climática, que fija el año 2050 como fecha límite para alcanzar la neutralidad en emisiones de carbono. Esto, a su vez, provocó que el objetivo de 2030 sea más ambicioso (es decir, reducir las emisiones en un 55%).
Sin embargo, como se ha mencionado anteriormente, estas profundas transformaciones del tejido productivo no se producirán si no se dispone de suficientes recursos financieros. Un ejemplo de ello son los fondos Next Generation de la UE, ya que, aunque estaban diseñados para ayudar a los países a salir de la crisis provocada por la COVID-19, su recepción ha estado condicionada a que los EM presentaran proyectos innovadores, que han de reforzar el proceso de descarbonización.
Por lo tanto, el sector privado debe tener en cuenta que, a partir de ahora, la normativa y los planes relacionados con la descarbonización se integrarán en otras políticas clave.
El “Fit for 55 package” y la “Estrategia a Largo Plazo para una Economía Española Moderna, Competitiva y Climáticamente Neutra en 2050” (ELP 2050) ilustran perfectamente esta diversidad. El primero consiste en un conjunto de ideas para impulsar la reducción de las emisiones netas de GEI en al menos un 55% para 2030, pero complementa las políticas energéticas, de uso del suelo, climáticas, de transporte y fiscales con, por ejemplo, objetivos vinculantes en cuanto al número de puntos de recarga para vehículos eléctricos y de estaciones de hidrógeno.
Descarbonización industrial
La descarbonización es un proceso en el que entran en juego tanto la responsabilidad individual como la colectiva. Sin embargo, la descarbonización industrial es, sin duda, una de las piedras angulares en el avance hacia una economía más verde.
Sin embargo, entre su amplio abanico de actividades, hay algunos sectores que son decisivos en este esfuerzo por asegurar la viabilidad del planeta y, en consecuencia, estos tendrán que hacer mayores esfuerzos para lograr su descarbonización. Ejemplos de ello son la generación de electricidad y las industrias del automóvil, el acero y el cemento.
La generación de electricidad es clave, ya que afecta tanto al ámbito doméstico como al industrial. Además, en este último, la producción de energía repercute en el producto, pero también en la propia actividad industrial.
En consecuencia, uno de los pasos fundamentales hacia la descarbonización industrial es la transición energética, es decir, cambiar los sistemas de producción de energía que tenemos por otros que no emitan carbono. En este sentido, las energías renovables, como la solar y la eólica, ya ofrecen niveles de productividad suficientemente altos y, en consecuencia, podemos eliminar del mix las fuentes de energía más contaminantes de forma progresiva.
Tanto es así que, durante los diez primeros meses de 2021, las energías renovables han mantenido su tendencia al alza, produciendo el 47,2% de la energía eléctrica en España. Para 2050, se espera que este porcentaje aumente hasta el 85%, por lo que, en 2030, ya debería haber aumentado hasta el 65%. Si las principales economías del mundo invirtieran en energías renovables, el ritmo de descarbonización aumentaría sustancialmente.
No obstante, esta aceleración no se producirá si esta inversión no va acompañada de innovaciones igualmente significativas. En particular, es crucial avanzar en la digitalización de las infraestructuras y aprobar una legislación que aporte estabilidad. Además, es fundamental asegurar que la fiscalidad asociada sea equitativa y penalice a las organizaciones que más contaminen.
El sector del automóvil es uno de los que más rápido ha evolucionado en los últimos años. Gracias a la electrificación, está experimentando una transformación sin precedentes que ha llevado a los expertos a predecir que las ventas de vehículos eléctricos superarán los 10 millones en 2025, lo que supondrá la emisión de 121 g de CO2/km en 2030.
A pesar de ello, no todos los países han progresado en la misma medida. En España, en junio de 2021 se vendió un 226,8% más de vehículos que no utilizan combustibles fósiles (en comparación con el mismo periodo de 2020), pero solo representaron el 2,6% del total de ventas de coches, según ANFAC.
Sin embargo, el desarrollo de las tecnologías relacionadas con el hidrógeno es muy prometedor y podría ayudar a superar esta brecha, ya que se espera que los motores de hidrógeno ofrezcan una mayor autonomía a un menor coste, tanto para el propietario del vehículo como para el medio ambiente.
La descarbonización en la industria del acero es más complicada. El desarrollo tecnológico necesario sólo se logrará con inversiones a gran escala y, como resultado, la reducción de las emisiones de CO2 sólo se acelerará a partir de 2030. Otras medidas para fomentar la descarbonización son el uso de fuentes de energía renovables, la captura de carbono y la priorización de opciones de fabricación más limpias, entre otras.
Igual de difícil (o más) será lograr las cero emisiones netas en la industria del cemento. Al igual que en el caso anterior, se está estudiando el uso de tecnologías de captura, uso y almacenamiento de carbono (CCUS), pero, para que sean viables, deben perfeccionarse. Por consiguiente, la reducción de las emisiones a 482 g de CO2/tonelada depende, en mayor medida, del uso de combustibles y materias primas alternativas.
Aparte de estas industrias, hay un sector que, al igual que la generación de energía, está llamado a ser uno de los principales impulsores de la descarbonización de la economía: la banca.
El papel del sector bancario en la descarbonización tiene dos facetas, y las principales instituciones financieras del mundo ya han empezado a trabajar en ellas. Por un lado, los negocios bancarios celebran eventos, venden productos y necesitan mano de obra, lo que contribuye a la contaminación del planeta; por otro lado, el ámbito de actuación de las entidades financieras es transversal respecto a otros negocios, ya que proporcionan los recursos económicos necesarios a muchos de los proyectos y empresas de otros sectores productivos.
A través de esta financiación, los bancos adquieren poder sobre las empresas a las que ayudan, lo que les permite condicionar sus ayudas al cumplimiento de requisitos medioambientales. Gracias a esta relación, el sector bancario puede reforzar el compromiso de una empresa con la descarbonización mediante la optimización energética y la transformación de su modelo de producción.
Otro sector transversal es el del transporte, que aún está a la espera de que se produzcan profundas transformaciones estructurales. Como hemos mencionado, hay casos en los que la electrificación es relativamente sencilla, pero en el transporte marítimo y aéreo aún no disponemos de la tecnología necesaria para llevar a cabo cambios sustanciales. Por ello, es clave entender la cadena de producción y transporte como un todo. De hecho, tanto el Foro Económico Mundial como las Naciones Unidas pretenden aplicar medidas para alcanzar el objetivo de cero emisiones netas actuando sobre las “cadenas de valor globales”, mientras que las ONG defienden que los costes medioambientales (emisiones de carbono) de la cadena de valor del producto deben reflejarse en su precio.
Por último, no podemos pasar por alto la importancia de mejorar la construcción y el aislamiento de las infraestructuras industriales y los edificios residenciales. La eficiencia energética, como hemos mencionado en varios de nuestros posts, tiene un gran impacto en los recursos consumidos y, por tanto, en la huella de carbono de la empresa.
¿Quieres saber más sobre la eficiencia energética industrial?